miércoles, 21 de febrero de 2018

LA AVENTURA

Una de las películas más tristes de la historia del cine no tiene muertos ni desgracias ni enfermedades. No hay tampoco miradas que amargamente vuelvan sobre oportunidades perdidas. Carece incluso de los más evidentes elementos dramáticos durante buena parte de su recorrido y, en varios instantes, es ligera y festiva.
Es también, quizá, una secuela, aunque tan poco notoria...
Toda la vida por delante tiene la joven Nadine de "La punition", tiempo para ser etnógrafa como dice que quiere, tiempo por tanto para parecerse "al padre", Jean Rouch, que la acompaña un día por un París que parece un colosal espectador, como contaban los emigrantes. A la cámara, es de suponer, mira alguno de ellos, ya acostumbrado después de mucho escribirlo, a las maravillas para anónimos que ofrecía la ciudad; y qué ciudad.
Un apéndice, decía, es "La punition" de un film anterior de Rouch, "La pyramide humaine", con el que sin embargo establece una relación parecida a la que tuvieron muy poco tiempo antes dos films más bien hermanos, "Le déjeuner sur l'herbe" y "Le testament du Docteur Cordelier" de Jean Renoir.
Al dinamismo expansivo y al intento de aprehender la armonía ancestral del mundo, presente en las obras en color, se abraza y se opone la rebelión contra la severidad del pesimismo, enjaulado, de las filmadas en blanco y negro.
Nadine sale del Liceo en que estudia - expulsada por estar distraída, con lo que debe ocupar el día para no tener que volver a casa y contarlo -, en un movimiento opuesto al que hacía al comienzo de "La pyramide humaine", cuando llegaba a Abidjan. No es mucho tiempo, ni hay espacio para casi nada relevante, pero cuando caiga la noche y la perdamos de vista en las calles, quedará un nudo en la garganta y las dulce palabras del poeta se volverán de piedra.
La película más realista es la que más duramente cercena la ficción. Esto es tan lógico como infrecuente.
El mundo que ella necesita ver recomenzar y funcionar de otra manera - las teorías, a sus inocentes diecisiete años, no se diferencian casi nada de las conclusiones a las que llegaba, ese mismo año, la zarandeada treintañera Jeanne Moreau de "La baie des anges" de Demy - no va a existir, pero ¿por qué demonios hay que seguir a los demás?
Rouch la filma con una austeridad que se transformará inevitablemente en transgresión cuando llegue el tramo final y Nadine esté convencida, con algún fundamento - y muy poca confianza en sus posibilidades -, de que será una de las omitidas por la vida. Es una violencia que tiene que ver con haber traspasado un límite de su intimidad, un umbral que la sencillez de la cámara en mano y el juego de la improvisación no anunciaban.
Esto es interesante porque pocas veces el rechazo de un personaje a una invitación a formar parte de algo, culminado con un fundido a negro - literalmente, el film se queda sin luz - final, han otorgado un significado más desalentador a una película. El camino lleva justo al destino opuesto al de tantos Chaplin, con sus clausuras mirando al horizonte.
Nadine se decepciona amargamente porque ha tenido malos encuentros con varios hombres (y una mujer), tres con los que conversa más o menos largamente y varios encadenados al final con los que apenas cruza palabra si no es para tratar de desembarazarse de ellos. Todos, salvo su amigo Landry - ya lo había sido en "La pyramide humaine" -, que se solidariza con esta soñadora empedernida, le han mostrado por qué debe aceptar las reglas del juego y le han sugerido cuáles podrían ser sus ventajas en él.
Entre ellas no debe estar leer a Chateaubriand - ¿qué le dirían si fuese la Justine de Sade? - porque la moderna seducción le provoca recelo, sueño o alarma. 

viernes, 16 de febrero de 2018

¿QUIÉN DETENDRÁ LA LLUVIA?

La primera imagen que recuerdo de Audie Murphy permaneció en mi memoria durante mucho tiempo.
Con su cara de niño, su corta estatura y el aspecto de un debutante sobrepasado por la responsabilidad, de inmediato pensé que nadie mejor que él podía haber encarnado a un soldado que vencía su miedo y sus dudas en la batalla. Hablo de "The red badge of courage", la breve e intensa película filmada por John Huston en 1951. Más tarde supe que ese no fue su primer papel y rondaba las pantallas desde un par de años antes.
Nada sabía de su vida fuera de los platós, así que cuando fui viendo otros trabajos suyos, especialmente muchos westerns en los que, pese a interpretar el rol principal, resultaban ambiguos sus principios o, incluso estaba caracterizado como villano - vestido de negro, con látigo, espuelas y gesto altivo - no me extrañó.
Como le sucedía a Randolph Scott, supuse que debía ser su género predilecto y agradecí que no se empeñasen en hacer de él un galán a toda costa.
Siempre era un aliciente en cualquier película, un actor distinto, inescrutable.
La realidad, como suele suceder, poco tenía que ver con esos disfraces: Murphy fue el soldado americano más condecorado en la Segunda Guerra Mundial y hoy yace discretamente, pero con máximos honores, enterrado en Arlington.  Que fuese actor no responde más que a un empeño de James Cagney, que lo llevó a Hollywood a dar un paseo y allí se quedó.
Publicada con solo 24 años su autobiografía, Jesse Hibbs se encargó de llevar su vida a la pantalla, protagonizada por él mismo.
Ese film, "To hell and back" de 1955, la más verosímil crónica imaginable de una vida a poco que se confíe en la decencia del protagonista - y razones de sobra hay para ello por lo declarado repetidamente por cuantos le conocieron -, se puede pensar que tenía además todos los ingredientes para ser el panegírico patriotero definitivo, al que además se apuntaba triunfante la industria del cine, orgullosa de contar con semejante héroe.
Ahora su rastro se ha perdido en gran medida, pero fue un film muy popular en su época, aunque casi exclusivamente en USA. Sucede algunas veces en cinematografías remotas o minoritarias que quedan películas confinadas a un determinado momento o lugar, pero no debería ser el caso de este film extraordinario, realmente digno acompañante de "The long gray line", "Battle cry", "Tuntematon sotilas", "Tarawa beachhead", "Men in war", "Die letzte brücke", "The eternal sea", "The purple plain", "The battle of the River Plate" o "The cruel sea" hacia mediados de esos años 50.
 
Elíptica pero reposada cuando se ocupa de la infancia de Murphy y un modelo de claridad espacial cuando aborda su fulgurante - sobre todo para él, que ni perseguía ni esperaba gloria alguna - ascensión y obligada retirada, "To hell and back" comprime e impresiona sobre su reservada figura una serie de episodios del avance de los aliados por Italia y el sur de Francia, sin una bandera a la vista, sin una referencia al cine y, si cabe más inusitadamente, sin caer en hipérboles al tratar de aprehender una personalidad tan misteriosa y admirable como la de su protagonista.
Una también bastante insondable vibración recorre los fotogramas del film, en primera línea o en retaguardia.
Hibbs conocía bien a Audie y entre ambos encontraron el ángulo justo de acercamiento, haciendo que todo suceda y él forme parte de ello, no forzando cada situación a partir de su iniciativa, que hubiese sido un falseamiento total de los hechos.
Esa distancia evita que el film sea una oda al individualismo como fácilmente podía haber sido. Cinematográficamente está resuelto otorgando un gran relieve a cada secundario que lo acompaña, por pequeño que sea su papel. Al sacarlos del anonimato, se comprende mejor que nadie lo mire ni lo entienda como un iluminado. Sus agallas y su modestia no se contagian, solo se pueden contar y a ellos corresponde hacerlo... sin recurrir a un coro de voces en off, que también era un recurso tentador. 
El tono, como si de una partitura se tratase, lo da la primera escena dramática, la de la muerte de su madre - supongo que durísima de rodar -, en off y cerrada con un plano americano en que queda claro que importa más la responsabilidad que se cernía sobre sus hombros respecto a sus hermanos a partir de entonces, que la pena por su pérdida.
Al mismo ritmo sin acentos melodramáticos de más, caminan, entre otras viñetas, su encuentro con la chica italiana en un Nápoles taladrado por las bombas, cada pérdida en combate de un compañero querido o sus temerarias incursiones en líneas enemigas salvaguardando la integridad de los demás.